¿POR
QUÉ MUERDEN?
Dado que la boca es uno
de los primeros instrumentos que permite conocer a los niños cómo es su
entorno, el hecho de morder no implica necesariamente una reacción agresiva,
sino que es más bien una manera de explorar y relacionarse con el medio que los
rodea. De hecho, los bebés se llevan frecuentemente a la boca todo aquello que
está a su alcance para “catalogarlo” convenientemente, además de para intentar
calmar la irritación que tienen en las encías cuando les empiezan a salir los
dientes. Según van creciendo, cuando quieren llamar la atención o reclamar algo
que consideran suyo, o simplemente ven a otro niños hacer lo mismo, también
recurren a mordiscos, especialmente si están viviendo alguna situación
estresante o se siente particularmente nerviosos por algún tipo de cambio.
Realmente no tienen desarrolladas muchas habilidades para comunicarse y el
descubrir que pueden conseguir las cosas con una determinada actitud les da
cierta seguridad, y actúan en consecuencia. Cuando, en la etapa preescolar, los
niños no disminuyen la frecuencia de los
mordiscos y no son capaces de transmitir sus deseos y frustraciones de una
manera más “evolucionada”, conviene analizar las causas de por qué muerden e
intentar atacar el problema desde su origen. No son lo mismo las mordeduras de
los lactantes, de carácter más experimental, que las mordeduras producidas por
estrés, impotencia o frustración. En cualquier caso, casi es posible canalizar
convenientemente esa actuación si seguimos una serie de sencillas pautas.
Durante las primeras
etapas, cuando los niños se llevan todo a la boca, es aconsejable darles
mordedores fríos y juguetes adecuados para que
desarrollar sus sentidos, diciéndoles firmemente que no muerdan, cuando
la situación lo aconseje.
Cuando los niños muerden
por estrés, derivado de situaciones en
las que se encuentran bajo presión
emocional, se trata de encontrar las causas que generan dicha presión,
qué es aquello que les molesta y les
provoca la reacción no deseada, para intentar minimizar sus efectos; algo
similar ocurre cuando se sienten frustrados porque no se encuentran
cómodos en alguna situación y reaccionan
agresivamente, y en estos casos conviene que estén en grupos reducidos y con
periodos cortos de juego. En todo caso hay que hacerles ver que morder duele y
que no está bien hacerlo.
Hay otros casos en los
que, realmente, los niños se sienten agredidos, y es interesante verificar que
los demás, generalmente mayores, no están permanentemente molestándoles… Al
sentirse impotentes, muerden para recuperar cierta sensación de seguridad y
poder, por lo que, a la vez que les hacemos ver que su actitud no es buena,
haremos comprender a los otros que todos debemos colaborar para que no se
produzcan estas situaciones.
¿QUÉ
PODEMOS HACER CUANDO MUERDEN?
En primer lugar, observaremos cuándo aparece
esta conducta y por qué. Una vez registrado esto, es importante que el niño
comprenda que está haciendo daño. De forma rápida, pero serena, coherente
y firme, le mostraremos nuestra desaprobación y le diremos que se retire del
juego o de la actividad que estemos realizando en ese momento porque “no se
hace daño a los demás”. Después de un breve periodo de tiempo (podemos aplicar
el “tiempo fuera” dos minutos aproximadamente), volvemos a hablar con él y deberá tener claro que su quiere continuar
jugando, no podrá morder.
Seria muy conveniente que pidiera perdón al
niño agredido y entendiera que existen otras formas de relacionarse: “las palabras para expresar lo que queremos”,
“esperar el turno”, “pedir prestado lo que
queremos”… Una vez que el niño comienza a utilizarlas y pida permiso para coger un objeto que no es
suyo o perdón cuando la acción no sea buena, lo elogiaremos y valoraremos su
esfuerzo por ser capaz de mantener el
orden y jugar sin conflictos.
PARA
TENER EN CUENTA:
·
Diremos
“NO” de manera firme pero sosegada, desaprobando la acción.
·
Acompañaremos
nuestra actuación con una frase, como por ejemplo: “Morder hace daño a los
demás”.
·
Cuando
la conducta persista, aplicaremos un “tiempo fuera” durante un breve periodo de
tiempo.
·
Mostraremos
otras maneras de relacionarse con los demás que le permitan expresar sus
emociones.
·
Repetiremos
el mensaje de “con la boca se dan besos”. De esta manera conocerá formas no
agresivas de utilizar la boca y aprenderá a respetar a los demás.
·
Enseñaremos
lo que se debe hacer en lugar de morder;es decir, como expresarse en diferentes
situaciones y, en un tono conciliador, resolveremos el conflicto que provocó
la mordida inicial.
·
Elogiaremos
las situaciones que se resuelvan sin morder.
·
Aprovecharemos el momento de la comida para recordar que lo
que se muerde y se mastica son los alimentos.
·
Entenderemos
esta fase de los
mordiscos como una más de su desarrollo.
·
Trabajaremos
en equipo (educadores y padres) para que,
con tiempo, constancia y paciencia, vaya mejorando la situación.
·
Necesitaremos
que aprendan alternativas para ir modificando la conducta de forma adecuada.
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