domingo, 22 de diciembre de 2013

¡QUÉ MORDISCO!

      Durante un conflicto entre niños es posible que se escape algún mordisco de forma puntual, hecho este que no tiene porqué suponer nada fuera de lo que podríamos considerar normal en el desarrollo de los pequeños. Sin embargo, cuando esta acción se convierte en algo habitual, puede ser el reflejo de algún  tipo de problema emocional o de conducta, que debe ser afrontado convenientemente para facilitar su socialización y su correcta evolución.


¿POR QUÉ MUERDEN?
Dado que la boca es uno de los primeros instrumentos que permite conocer a los niños cómo es su entorno, el hecho de morder no implica necesariamente una reacción agresiva, sino que es más bien una manera de explorar y relacionarse con el medio que los rodea. De hecho, los bebés se llevan frecuentemente a la boca todo aquello que está a su alcance para “catalogarlo” convenientemente, además de para intentar calmar la irritación que tienen en las encías cuando les empiezan a salir los dientes. Según van creciendo, cuando quieren llamar la atención o reclamar algo que consideran suyo, o simplemente ven a otro niños hacer lo mismo, también recurren a mordiscos, especialmente si están viviendo alguna situación estresante o se siente particularmente nerviosos por algún tipo de cambio. Realmente no tienen desarrolladas muchas habilidades para comunicarse y el descubrir que pueden conseguir las cosas con una determinada actitud les da cierta seguridad, y actúan en consecuencia. Cuando, en la etapa preescolar, los niños no disminuyen la frecuencia  de los mordiscos y no son capaces de transmitir sus deseos y frustraciones de una manera más “evolucionada”, conviene analizar las causas de por qué muerden e intentar atacar el problema desde su origen. No son lo mismo las mordeduras de los lactantes, de carácter más experimental, que las mordeduras producidas por estrés, impotencia o frustración. En cualquier caso, casi es posible canalizar convenientemente esa actuación si seguimos una serie de sencillas pautas.
Durante las primeras etapas, cuando los niños se llevan todo a la boca, es aconsejable darles mordedores fríos y juguetes adecuados para que  desarrollar sus sentidos, diciéndoles firmemente que no muerdan, cuando la situación lo aconseje.
Cuando los niños muerden por estrés, derivado de situaciones  en las que se encuentran bajo presión  emocional, se trata de encontrar las causas que generan dicha presión, qué es aquello que  les molesta y les provoca la reacción no deseada, para intentar minimizar sus efectos; algo similar ocurre cuando se sienten frustrados porque no se encuentran cómodos  en alguna situación y reaccionan agresivamente, y en estos casos conviene que estén en grupos reducidos y con periodos cortos de juego. En todo caso hay que hacerles ver que morder duele y que no está bien hacerlo.
Hay otros casos en los que, realmente, los niños se sienten agredidos, y es interesante verificar que los demás, generalmente mayores, no están permanentemente molestándoles… Al sentirse impotentes, muerden para recuperar cierta sensación de seguridad y poder, por lo que, a la vez que les hacemos ver que su actitud no es buena, haremos comprender a los otros que todos debemos colaborar para que no se produzcan estas situaciones.
¿QUÉ PODEMOS HACER CUANDO  MUERDEN?
En  primer lugar, observaremos cuándo  aparece  esta conducta y por  qué. Una vez  registrado esto, es importante que el niño comprenda  que está haciendo  daño. De forma rápida, pero serena, coherente y firme, le mostraremos nuestra desaprobación y le diremos que se retire del juego o de la actividad que estemos realizando en ese momento porque “no se hace daño a los demás”. Después de un breve periodo de tiempo (podemos aplicar el “tiempo fuera” dos minutos aproximadamente), volvemos a hablar con él y  deberá tener claro que su quiere continuar jugando, no podrá morder.
 Seria muy conveniente que pidiera perdón al niño agredido y entendiera que existen otras formas de relacionarse: “las  palabras para expresar lo que queremos”, “esperar el turno”, “pedir prestado lo que  queremos”… Una vez que el niño comienza a utilizarlas  y pida permiso para coger un objeto que no es suyo o perdón cuando la acción no sea buena, lo elogiaremos y valoraremos su esfuerzo  por ser capaz de mantener el orden y jugar sin conflictos.

PARA TENER EN CUENTA:
·     Diremos “NO” de manera firme pero sosegada, desaprobando la acción.
·     Acompañaremos nuestra actuación con una frase, como por ejemplo: “Morder hace daño a los demás”.
·     Cuando la conducta persista, aplicaremos un “tiempo fuera” durante un breve periodo de tiempo.
·     Mostraremos otras maneras de relacionarse con los demás que le permitan expresar sus emociones.
·     Repetiremos el mensaje de “con la boca se dan besos”. De esta manera conocerá formas no agresivas de utilizar la boca y aprenderá a respetar a los demás.
·     Enseñaremos lo que se debe hacer en lugar de morder;es decir, como expresarse en diferentes situaciones y, en un tono conciliador, resolveremos el conflicto que provocó la  mordida inicial.
·     Elogiaremos las situaciones que se resuelvan sin morder.
·     Aprovecharemos  el momento de la comida para recordar que lo que se muerde y se mastica son los alimentos.
·     Entenderemos esta  fase de  los  mordiscos como una más de su desarrollo.
·     Trabajaremos en equipo (educadores y padres) para que,  con tiempo, constancia y paciencia, vaya mejorando la situación.
·     Necesitaremos que aprendan alternativas para ir modificando la conducta de forma adecuada.

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