Los amigos imaginarios pueden ser de distinta
naturaleza, como personas u objetos, peluches, monos o personajes
inventados. Y es con ellos con quienes el niño tiene un espacio para conversar,
jugar y pelear.
Los amigos imaginarios le sirven para
sentirse más acompañado, expresar sus propios sentimientos, proyectar sus
deseos, satisfacer sus necesidades o, incluso, para tener a alguien a quien
culpar cuando no hace algo bien. Y también benefician a los padres, que pueden
conocer más a sus hijos, ya que estos suelen poner en boca de sus “amigos” sus
propios deseos, sus miedos, sus expectativas.
Principalmente este fenómeno se da en niños
que son hijos únicos o que conviven solos con el mundo adulto y
que no han ingresado todavía a una escuela infantil, a un espacio de
sociabilización.
Por lo tanto, sus amigos imaginarios surgen
para satisfacer algunas necesidades que no se les brinda en su medio.
Hay autores que también plantean que surgen debido a que el niño presenta
carencias afectivas.
Generalmente se da en niños más sensibles
que están mucho más conectados con la imaginación y con la con la fantasía.
Se supone que este fenómeno se da en un
periodo que no abarca más allá de los seis años, ya que termina cuando
los niños se incorporan al colegio y tienen otros amigos con quienes conversar,
pelear, discutir o jugar.
Si se extiende en el tiempo y a pesar de que
el niño ya está en el colegio no sociabiliza con sus compañeros, si tiene una
conducta retraída podría transformarse en un problema. En ese caso se debe
consultar a un especialista.
El
principal consejo para los padres es que entiendan que no es algo patológico ni
anormal. Los padres deben mantenerse neutrales frente al amigo imaginario de su
hijo, aunque les parezca divertido. No debe estimularse ni reprimirse al niño.
Es aconsejable la observación discreta para conocer mejor al hijo.
Es importante que el niño reparta su tiempo
entre el amigo imaginario y amigos reales, también que juegue con sus padres.
El amigo
imaginario no debe ser motivo de preocupación a menos que impida al niño
funcionar normalmente, o que le reste deseos de jugar con niños reales, o en
caso de que se tornen agresivos.
Los amigos imaginarios desaparecen de manera
tan sorpresiva como aparecen, generalmente entre los 6 y 7 años de edad, cuando
el niño comienza la escuela y tiene desarrolladas plenamente las funciones
lógicas, de lenguaje, inteligencia
y memoria.
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